miércoles 17 de octubre de 2018
Valentina Montero[1]
La Bienal de Artes Mediales es un evento que tiene lugar cada dos años, dedicado a la exhibición de propuestas artísticas, concurso, charlas, coloquios, conciertos, performances, seminarios y talleres que abordan la conexión entre arte, ciencia, tecnología y sociedad. Desde 1993 hasta la fecha la Bienal de Artes Mediales (BAM) se ha consolidado como una de las principales instancias nacionales y a nivel latinoamericano que, de manera sistemática y sostenida, ha ofrecido una vitrina para las prácticas que experimentan con soportes, lenguajes y herramientas analógicas y digitales y/o basadas en las ciencias, desde una perspectiva crítica, poética y experimental, constituyéndose en un referente para comprender la evolución de las artes mediales en Chile e internacionalmente y, además, para observar cómo las tecnologías digitales y experimentales son asimiladas. En sus distintas versiones ha recibido a cientos de artistas, investigadores, teóricos, curadores/as nacionales e internacionales y a representantes de destacadas instituciones como ZKM, Transmediale (Alemania); Festival Lux de Sydney (Australia), Le Fresnoy (Francia), Syracuse University; Siggraph (EEUU), Video Brasil, FILE, Japan Media Arts Festival, Programa Co_incidencias de Pro Helvetia (Suiza), con quienes se han establecido intercambios a través de conferencias, exposiciones y residencias.
Para poder comprender las características de la BAM es necesario observarla en su dimensión histórica, rastreando los distintos cambios que ha experimentado de acuerdo a los cambios sociales, políticos y tecnológicos por los que ha atravesado el medio artístico y la sociedad en general. La primera bienal se realizó en 1993 bajo el nombre de Primera Bienal de Video de Santiago. La creación de este espacio respondía a la necesidad de dar continuidad al legado del Festival Franco-chileno de Video Arte. Este, al contar con el apoyo de la Embajada de Francia, ofrecía a los artistas y videastas nacionales un espacio de libertad creativa y una posibilidad de diálogo con realizadores franceses en un contexto de censura generalizada durante la dictadura cívico-militar. Con la llegada de la democracia un grupo de artistas que anteriormente integraba la Sociedad Chilena de Video, crean en 1992 la Corporación Chilena de Video desde la cual deciden inaugurar, con ayuda de la División de Cultura del Ministerio de Educación y FONDART, un nuevo espacio de exhibición para el video arte, que tuviera un carácter autónomo y permitiera la difusión de obras de artistas nacionales e internacionales (no sólo franceses), y la creación de un espacio de competencia, el “Concurso Juan Downey”. La Primera Bienal de Video de Santiago estuvo bajo la dirección del artista y teórico Néstor Olhagaray, quien estaría en este rol hasta su décima versión en 2012.
En 1995, la segunda edición cambió su nombre y pasó a llamarse Bienal de Video y Artes Electrónicas. La integración de la expresión “artes electrónicas” respondió a la necesidad de ponerse al día con la evolución de los lenguajes artísticos a nivel internacional. Según Olhagaray, se apreciaba en muchos creadores la inquietud por indagar en las posibilidades estéticas que sugerían las nuevas tecnologías como las “graficas computacionales, infografías, incluso CD-ROM interactivos que ofrecían narrativas poéticas o navegaciones creativas”. De hecho, los participantes no provenían exclusivamente de las artes visuales, sino también de ingeniería, informática, electrónica y comunicación audiovisual[2].
A lo largo de los años, la Bienal organizada por la Corporación Chilena de Video logró convertirse en el único evento sistemático que daba vitrina a expresiones video-artísticas a nivel nacional, acogiendo, progresivamente, otras experimentaciones multimedia e híbridas que no encontraban lugar en espacios tradicionales dedicados a las artes visuales. Hacia el fin del milenio cobrará mayor protagonismo la etiqueta “nuevos medios” como una forma de describir la influencia creciente que tendrán los lenguajes y soportes tecnológicos en el ámbito de las comunicaciones, la vida cotidiana y la creación artística. Coincidentemente con este giro digital, la Bienal en su cuarta versión (1999), pasa a llamarse Bienal de Video y “Nuevos Medios”, distanciándose de la tendencia documental y política que había tenido en versiones anteriores para empezar a afrontar de manera específica los desafíos estéticos y conceptuales que implicaban la emergencia de una cultura digital, condicionada por el acceso masivo a los computadores y a internet. Mientras en las primeras versiones de la Bienal el acento estaba puesto en el video en sus variantes poética y documental, incluyendo la animación análoga y la video danza, será a partir de la quinta (2001) y sexta versión (2003) que la convocatoria se ampliará a soportes digitales no necesariamente vinculados a la imagen en movimiento dando cabida a videojuegos, instalaciones interactivas, páginas web, net art, haciendo presente la irrupción de los medios digitales en la sociedad.
Desde su octava versión (2007) se optará por establecer una temática específica antes que condicionar la curatoría a un soporte determinado. Bajo el llamado “Ciudad, ciudadanía, ciudadanos”[3] se da cabida a una serie de proyectos y obras que, desde la performance, la instalación, las intervenciones urbanas, los trabajos de sitio específico, proyectos en red y conciertos audiovisuales, desplegarán una serie de lenguajes diversos que abarcarán desde el uso más tradicional del video, pasando por la programación en tiempo real hasta el arte sonoro. Desde entonces, y contando por primera vez con el financiamiento directo del Fondo Audiovisual del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se incentivará la formación de nuevas audiencias y se realizarán una serie de talleres que buscaban dar a conocer nuevas herramientas de creación y capacitar a los artistas en el uso creativo de distintas plataformas, lenguajes y dispositivos –processing, MAX Sp, Arduino, entre otros–. Esta apertura llevará a sus organizadores a replantear nuevamente el nombre del evento, sustituyendo la expresión “nuevos medios” por el más genérico de “artes mediales” que se utiliza en nuestro país. Así, la novena versión de la “Bienal de Video y Artes Mediales” (2009), bajo el lema “Resistencia Crítica” marcará una tendencia que se sostendrá en las bienales sucesivas, a saber, la problematización del rol de las tecnologías en la sociedad desde un enfoque crítico y político.
En este mismo sentido, otro rasgo importante de este evento ha sido la apertura a la participación de colectivos artísticos –como Troyano, Conmoción, Kintún, Radio Ruido, Incas of Emergency, Electros, LAME, Colectivo 3M, entre otros– quienes trabajando desde el levantamiento de archivos, reciclaje tecnológico o circuit bending, autoconstrucción y performance han privilegiado la práctica artística como proceso de aprendizaje y experimentación, eludiendo la concepción tradicional de obra como objeto terminado y privilegiando, en cambio, la experiencia, el ensayo y error (glitch) y la interactividad del público no sólo a nivel digital, sino buscando la hibridez físico/virtual, representando lo que se ha denominado como un estadio “post-digital”.
Desde la décima versión (2012) se suceden nuevos cambios: por primera vez se invita a una curadora extranjera, la brasileña Paula Perissinotto; parte de la exhibición tiene lugar en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en donde además se realiza una revisión histórica del evento y el legado de los Festivales Franco-Chileno. En su undécima versión (2013), Olhagaray deja la dirección de la Bienal, asumiendo Enrique Rivera en su lugar.
La BAM no sólo se ha perfilado como una instancia de exhibición, también ha querido favorecer la investigación histórica, reflexión teórica y contingente sobre los procesos artísticos y su relación con el campo tecno-científico. En su itinerario curatorial se han emprendido revisiones históricas, relevando a numerosos personajes nacionales que parecían haber quedado a la sombra del discurso histórico hegemónico, y que hoy bien podemos considerar como pioneros de los cruces disciplinares que la Bienal alienta, como por ejemplo, Juan Vicente Asuar, Juan Carlos Martinoya, Nahum Joel, el Grupo de Diseño Industrial del INTEC, Simone Chambelland, entre otros y otras. A través de conferencias, simposios y seminarios se incentivó en su primera década la reflexión de carácter filosófico sobre la imagen en movimiento y en las últimas versiones se ha ampliado su ámbito de reflexión crítica a temáticas como sustentabilidad, autonomía tecnológica, derechos de autor, inteligencia artificial, desastres sociales, etc. En esta misma línea, en las últimas versiones se han ido estableciendo vínculos de colaboración con científicos de distintas áreas e instituciones, entre las que destacan el Observatorio Astronómico ALMA, El Archivo Nacional del Congreso o la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior, ONEMI. Asimismo, se ha intentado convocar al mundo docente, organizando un seminario de actualización para profesores de enseñanza básica y media.
Con el correr de los años la Bienal ha abarcado otros espacios de exhibición tanto en Santiago como en regiones a través de itinerancias y talleres como el Laboratorio Editorial Nómade. Junto a la muestra principal que inicialmente sólo tenía lugar en el Museo de Arte Contemporáneo, se han realizado instalaciones y presentaciones en la galería Bellas Artes del Metro de Santiago, el Museo de Ciencia y Tecnología, Museo Nacional de Historia Natural de la Quinta Normal, ONEMI, Universidad de Chile, Teatro Municipal de Santiago, Instituto Italiano de Cultura, Galería Macchina, Cineteca del Centro Cultural Palacio de la Moneda y en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Cerrillos.
En suma, en su larga trayectoria la Bienal de Artes Mediales ha logrado reunir a una serie de actores interesados en la reflexión, creación y experimentación científico tecnológica, generando vínculos de colaboración con universidades y centros de investigación y convocando en cada edición una mayor cantidad de público general: nuevas generaciones para quienes los medios digitales forman parte de su vida cotidiana expandiéndose a una comunidad que se abre a nuevas formas de convergencias disciplinares.
Bibliografía
Sitios Web:
www.arteymedios.org (Visitado última vez en 12 de diciembre de 2017)
www.bienaldeartesmediales.cl (Visitado última vez en 12 de diciembre de 2017)
Lista de imágenes
[1] Valentina Montero Peña (1973) es curadora, investigadora y docente, especializada en artes mediales. Doctora por la Universidad de Barcelona en el programa Estudios Avanzados en Producciones Artísticas, línea Imagen digital; periodista, licenciada en Estética, y Máster en Comisariado en Nuevos Medios por la Universidad Ramon Llull. Ha trabajado para MECAD, Bienal de Artes Mediales de Santiago (cl), Museo Nacional de Bellas Artes, Mediateca Caixa Forum, Lumen, entre otros. Como docente ha dictado cursos en diversos centros de estudio en España y Chile y para Node Center (estudios online con sede en Berlín). Actualmente es profesora del Magíster de Artes mediales de la Universidad de Chile, Magíster de fotografía de la Universidad Finis Terrae y del Instituto de Estética de la Universidad Católica. Sus investigaciones giran en torno al cruce entre arte, ciencia, tecnología y sociedad. Ha presentado conferencias en importantes congresos y simposios como Media Art Histories en Liverpool, File en Sao Paulo, Balance-Unbalance en Manizales entre otros. Sus textos han sido publicados en prestigiosas revistas especializadas y libros como Cinemas Transversais (Sao Paulo) y Red Art: New Utopias in Data Capitalism, editado por Leonardo Almanac (London, 2014). Desde 2005 integra el directorio de la Corporación Chilena de Video. Es editora de la revista de fotografía Atlas Imaginarios Visuales y directora del proyecto PAM / Plataforma Arte y Medios. Actualmente es investigadora Conicyt/Fondecyt 3180403 en la Universidad de Valparaíso.
[2] Según Olhagaray, la creación de las escuelas de comunicación audiovisual, y en particular del instituto ARCOS, fueron clave en la formación de nuevos actores del medio.
[3] En su 8 versión fue la primera vez que la bienal contaba con una temática específica. La decisión fue tomada en conjunto con Néstor Olhagaray, Guillermo Cifuentes y Valentina Montero.
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