miércoles 17 de octubre de 2018

Taller de Artes Visuales (TAV)

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Felipe Baeza Bobadilla[1]

El Taller de Artes Visuales (TAV) es un taller de grabado independiente creado en Santiago de Chile en 1974 que pervive hasta el día de hoy, cuya fundación podría plantearse como una consecuencia del quiebre institucional orquestado por la dictadura militar. Esto porque, producto del desmantelamiento de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, el artista Francisco Brugnoli[2], en ese entonces profesor del Taller de Pintura y miembro del Consejo Superior, fue exonerado junto a otros académicos. Frente a esto, gestionó y obtuvo el apoyo del Comité de Cooperación para la Paz en Chile, el cual financió la puesta en marcha de un taller de impresión y artes gráficas que comenzó a funcionar en 1974, con la donación de una prensa litográfica por parte del grabador Pedro Millar. Al año siguiente, el Comité donó una casa en la calle Bellavista 0866 a nombre de una sociedad limitada conformada por los siguientes artistas visuales y ex docentes: Gustavo Poblete, Alfredo Cañete, Raúl Bustamante, Fernando Undurraga y Francisco Brugnoli. Durante los primeros años este último asumió la dirección y, más allá de los socios iniciales, una primera nómina de integrantes se completó con Virginia Errázuriz, Carlos Donaire, Anselmo Osorio, Guillermo Frommer, Elías Adasme, Hernán Parada, entre otros. Gracias al aporte de las más diversas instituciones, se logró la implementación del taller: la organización Ayuda Cristiana Evangélica (ACE) donó una prensa de serigrafía; la Embajada de Francia proveyó las herramientas requeridas para un taller de grabado; y la Embajada de Inglaterra suministró el taller de fotografía. Fue así como la asociación de artistas plásticos se constituyó como un organismo independiente y sin fines de lucro, conocido como Taller de Artes Visuales Limitada.

Los artistas, al estar ya familiarizados con las técnicas del grabado, no asistían al taller en busca de aprendizajes sino para ocuparlo como un espacio de trabajo y producción de obra. Además de esto, el TAV prestaba servicios de edición de grabados a terceros, distinguiéndose de los talleres de las escuelas de arte universitarias.

En diciembre de 1974 se levantó la Galería Bellavista 61 que operó en un subterráneo aledaño al TAV y tuvo el carácter de un club de grabado, donde los artistas podían vender mensualmente sus trabajos a socios regulares. Esto fue posible gracias a la donación de obras de artistas que no trabajaban en el TAV, pero que tenían una relación de amistad con los miembros, como Delia del Carril, Roser Bru, Eduardo Vilches, Santos Chávez. Asimismo, se fue consolidando como un lugar de exhibición y difusión de obras gráficas y de espacio de intercambio entre las generaciones jóvenes. Lamentablemente, en marzo de 1978 la Galería dejó de funcionar ya que los ingresos no fueron suficientes para su mantención, lo que terminó gatillando el cierre del espacio de exposición.

En 1982 se creó el Instituto Superior de Ciencias Humanas, Comunicación y Diseño, que dos años más tarde se convertiría en el Instituto Superior de Arte y Ciencias Sociales ARCIS. Francisco Brugnoli impartió las clases de Historia del Arte y, paralelo a sus responsabilidades docentes, organizó y presentó un proyecto para una Escuela de Bellas Artes en el Instituto; la aprobación llegó sin mayor dificultad iniciando su funcionamiento en 1983. La infraestructura y equipamiento eran precarios e insuficientes para el desarrollo adecuado de un taller de grabado, ante lo cual Brugnoli propuso y logró que el Instituto subsidiara una relación docente con el TAV. Fue así como el taller formó, dentro del quehacer gráfico, a las primeras generaciones de artistas egresados de ARCIS.

Hacia finales de la década de 1970 los artistas del TAV se habían percatado que la disciplina gráfica, debido a sus constantes innovaciones técnicas y su capacidad de relacionarse con otras disciplinas, exigía con urgencia una delimitación conceptual y una comprensión teórica. En consecuencia, en medio de la carencia de espacios críticos culturales en Santiago, nació en 1979 el programa Seminarios de los Viernes, que facilitó un enriquecedor vínculo reflexivo entre quienes eran invitados a exponer sus investigaciones, proponer temas de discusión o mostrar su trabajo artístico, y los asistentes que aportaban con comentarios y análisis desde distintas veredas del conocimiento. Brugnoli lo recuerda así:

Las reuniones del Taller de Artes Visuales que llamábamos «seminario», y donde invitábamos a distinta gente a hablar. A mostrar o hablarnos desde la frontera del conocimiento en el que estaban trabajando. Podían ser filósofos, poetas, científicos. Y otra cosa era abrir el ámbito a una reflexión sobre las técnicas mismas que se usaban. Esto es: dejar de pensar la técnica por la técnica, y trabajar con los desplazamientos que estas técnicas daban. (Galende, “El distraído”, 4).

Numerosos fueron los artistas visuales (Eugenio Dittborn, Gonzalo Díaz, Carlos Altamirano, Gaspar Galaz, Lotty Rosenfeld, Hernán Parada), críticos (Nelly Richard, Justo Pastor Mellado, Adriana Valdés), poetas (Raúl Zurita), filósofos (Patricio Marchant, Pablo Oyarzún), sociólogos (Fernando Balcells, Manuel Antonio Garretón), etc., que asistieron a las reuniones de los viernes en el TAV y que con sus opiniones, posturas y conocimientos tramaron la escena artística local en plena dictadura.

Hacia la década de 1990, la promisoria relación académica que el TAV mantuvo con el Instituto ARCIS fue paulatinamente desquebrajándose hasta su definitiva ruptura. El primer síntoma de aquello fue el cambio en la dirección, que entre 1985 y 1986 pasó de manos de Brugnoli a Carlos Donaire, lo que trastocó las concepciones regidoras del Taller. El alejamiento del fundador, como consecuencia de nuevas labores académicas en otras instituciones, excluyó la facción más experimental cediendo paso a la de corte más artesanal. Respecto a esto, el artista Pablo Langlois recuerda:

Nosotros discutíamos la necesidad de estudiar litografía si era un método de impresión anterior al offset. Todas esas discusiones las teníamos ahí, todas muy infantiles, pero eran las discusiones que teníamos respecto de la necesidad de la lección de grabado. Para nosotros, como estudiantes de una Escuela que se postulaba en la vanguardia escénica, era absurdo estar puliendo la piedra de litografía cuando había que experimentar con el video (Baeza, 53-54).

Por otra parte, el artista Francisco Sanfuentes, estudiante de la primera generación de ARCIS, tras su egreso y en vista a las discrepancias entre los discursos de la Escuela y del TAV, inició gestiones para crear el taller de grabado propio del Instituto. En 1990, el Ministerio de Educación otorgó la categoría de Universidad a la corporación ARCIS, lo que agilizó las intenciones de Sanfuentes concretándose en 1993. Es decir, para esa fecha la Escuela de Bellas Artes dispensó de los servicios del TAV.

Hoy el Taller de Artes Visuales es un lugar de trabajo individual, donde artistas formados o autodidactas arriendan el espacio para realizar sus grabados. Si bien ya no se concibe como un espacio de reunión y reflexión, aún es deudor de una riquísima historia que está almacenada en innumerables matrices y copias de las obras que se editaron hace años en ese lugar.

 

Bibliografía

  • Baeza, Felipe y Parra, José. “Taller de Artes Visuales (TAV). Producción, difusión y reflexión sobre el grabado en Chile durante la Dictadura”. Ensayos sobre Artes Visuales. Prácticas y discursos de los años 70 y 80 en Chile. Volumen II. Centro Cultural Palacio La Moneda, CeDoc Artes Visuales. Santiago: LOM, 2013. Impreso.
  • Galende, Federico. Filtraciones I. Conversaciones sobre arte en Chile (de los 60’s a los 80’s). Santiago: ARCIS / Cuarto Propio, 2007. Impreso.
  • Galende, Federico y Thayer, Willy. “El distraído infortunio de las vanguardias. Conversación con Francisco Brugnoli y Virginia Errázuriz”. Extremoccidente, 2002. Impreso.
  • Richard, Nelly. Márgenes e Instituciones: Arte en Chile desde 1973. Santiago: Metales Pesados, 2007. Impreso.

 

Lista de imágenes

  1. Logotipo del Taller de Artes Visuales diseñado por la artista visual Luz Donoso en 1980, donde se reúnen la mano con el ojo simbolizando la práctica de las artes manuales y visuales.
  2. Afiche diseñado e impreso en el TAV para exposición de esculturas de Fernando Undurraga, llevada a cabo en Galería Bellavista 61 de noviembre a diciembre de 1977. Serigrafía, 52 x 75 cm.
  3. Fotografía con ocasión del curso sobre la técnica de grabado a color de Stanley Hayter, dictado por Eugenio Téllez en 1980. De izquierda a derecha: Anselmo Osorio, Virginia Errázuriz, Paula Sánchez, Eugenio Téllez, Cecilia Vernal, Marylin Brofman, Ernesto Banderas, Renato Calderón; detrás: Lise Moller, Francisco Brugnoli, Alamiro Carrasco.

 

[1] Felipe Baeza Bobadilla (1984) vive y trabaja en Santiago de Chile. Es Licenciado en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile (2011) y Magíster en Teoría e Historia del Arte por la misma casa de estudios (2017). Dicta cursos de historia del arte en la Universidad ARCIS y ha desarrollado proyectos de investigación en historia de las artes visuales, ámbito en los que ha publicado diversos artículos. Se ha especializado en el estudio del grabado chileno.

[2] Frente a su decisión de quedarse en Chile, Brugnoli declaró: “Me acuerdo que después del Golpe, llega un día Gustavo Poblete a la casa y nos comunica que el partido [Comunista] ha decidido que nos tenemos que ir del país. Entonces… decidimos que a pesar del riesgo nos quedábamos. Esto principalmente porque para nuestro trabajo la mirada local era muy importante… Permanecer en el país logrando subsistir desde nuestras actividades propias y desde el concepto de ser depositarios… de un espíritu crítico que nos parecía fundamental mantener”. (Galende,79-81).

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