martes 17 de agosto de 2021
Por Valentina Montero
Daniela Arriado creció en Noruega, pero habla un perfecto español con un suave acento chileno. Llegó a ese país en 1985. Estudió filosofía y cursó el Bachillerato en Gestión de Arte y Cultura en la ciudad de Stavanger, para luego continuar con Historia del Arte en Oslo y una maestría en Estudios Curatoriales en la Facultad de Bellas Artes, Música y Diseño de la Universidad de Bergen. Desde que era estudiante trabajó como asistente en festivales artísticos, producciones de arte callejero y proyecciones digitales en el espacio público. En el 2012 fundó la plataforma Art Republic que actualmente tiene oficinas en Oslo y Berlín, dedicándose principalmente a la producción y fomento de proyectos. En el 2013 creó Screen City, festival que también dirige y que rápidamente se convertiría en una bienal enfocada en la investigación y difusión del arte contemporáneo basado en la imagen en movimiento en el espacio público. Su interés en producir este evento surgió desde la necesidad de vincular la experiencia cinematográfica con la experimentación sonora, las nuevas tecnologías y la arquitectura en ámbitos no convencionales, buscando expandir los lenguajes del arte contemporáneo más allá de los muros de los museos, instituciones y galerías de arte.
Valentina Montero: ¿Cuál fue el punto de partida de Screen City Biennial?
Daniela Arriado: Comenzó siendo un evento de un fin de semana con proyecciones en sitios públicos. Invitamos a varios artistas de distintos lugares y a una curadora de Alemania. Ese mismo año me gané una beca curatorial de la Municipalidad de Stavanger lo cual significó un gran empuje para asumir el trabajo de curadora. Hasta ese momento me veía a mí misma más bien como productora. Esta beca me hizo enfocar mi trabajo en la investigación y teoría, ¡aunque nunca he dejado de ser productora! Además, hice un Magíster en Estudios Curatoriales en la Universidad de Bergen, y al año siguiente se formó Screen City como festival, el que desde el 2017 es una bienal. En esta tarea me acompañó Tania Toft (hoy Tania Ravn Ag), también curadora e investigadora de Dinamarca. Ese mismo año dimos inicio a un trabajo más profundo y ambicioso, teniendo la posibilidad de comisionar nuevos proyectos. Empecé a tener lazos con Chile, por ejemplo, invité a Enrique Ramírez y Michelle-Marie Letelier, video-artistas chilenos que llegaron como angelitos para conectarme con lo que pasaba en el país.
VM: ¿Cuál ha sido el carácter de la bienal en estos años?
DA: El concepto, perfil y meta de la bienal ha sido producir y presentar un formato de la imagen expandida: en el espacio público, virtual y aumentado. Ya no estamos pensando en la imagen en movimiento solo como un video clásico en un cine. Queremos ofrecerle a la audiencia una experiencia nueva.
VM: ¿Desde los inicios de la bienal estuvo ese rasgo en la definición del proyecto?
DA: Sí, porque veía que era lo que faltaba. Queríamos renovar lo que sucedía en el cine, en la galería, en el museo. Si bien siempre colaboramos con instituciones de este tipo, nuestra idea no ha sido sustituir un espacio por otro, pero sí ofrecer una alternativa paralela que coexista con los espacios tradicionales.
VM: Eso me imagino que comprendiendo también que la especificidad del videoarte o imagen cinematográfica hoy es mucho más plástica e híbrida considerando los soportes y lenguajes digitales, ¿no?
DA: Claro. Por lo mismo nos definimos como moving image biennial. Así podemos incluir la animación, la realidad virtual y aumentada mediante los teléfonos inteligentes. Decidimos incluir los avances tecnológicos no como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para expandir la experiencia ante la imagen.
VM: ¿De qué manera realizas la selección curatorial?
DA: No lo hago todo sola. Tengo el gorro de productora y directora, así que para la curaduría siempre invito a alguna colega, con la que podemos trabajar más de una vez. Por ejemplo, Vanina Saracino, con quien hice la edición pasada sobre ecología, también va a colaborar conmigo para la próxima edición que será el próximo año 2022.
VM: Cuéntanos cómo han ido escogiendo las líneas temáticas en cada edición
DA: El primer año no hubo una temática específica. El énfasis estaba puesto en la experimentación en los lugares. En el 2012 me fui a Berlín y en el 2015 hicimos la edición que se llamaba Labor and The City in Between que abordaba una reflexión sobre las condiciones laborales en el contexto de la crisis financiera que hubo en Europa y todo el mundo. Nos interesaba observar cómo estos cambios industriales y los movimientos migratorios asociados van transformando las ciudades, cambiando la arquitectura y el paisaje de una ciudad. Para mí fue súper fuerte estar en Berlín en ese tiempo. Llegaban muchos colegas de España, Grecia y Francia movidos por una crisis enorme. Entonces este tema estaba tan cerca que junto con Martin Mazanec, el co-curador, pensamos que deberíamos hacer algo con eso. La mayoría de las obras fueron a un sector industrial de Stavanger, ciudad petrolera que antes de los años 60 era bastante pobre, viviendo de la pesca y la industria conservera. Cuando encontraron petróleo, todas esas fábricas quedaron abandonadas. En esos sitios hicimos las proyecciones e intervenciones, y además comenzamos a investigar sobre el tema y experimentar con los artistas. Uno de los aspectos que emergieron fue la migración producida por la crisis económica y también por el conflicto en Siria. Entonces ese fue el principio de lo que sería la próxima bienal. Te digo eso porque la bienal la vemos como un libro, todas las ediciones se unen como si fueran capítulos de un texto. Así puede ser que se hagan cinco ediciones y de ahí hagamos una publicación y se acabó el libro, para que después venga otro.
VM: ¿Tenían pensada esta metodología desde un inicio?
DA: No. La manera en que trabajamos fue orgánica, algo que llegó natural. Así, la edición del 2017 que trabajamos con Tania se llamó Migrating Stories, la que tomaba las condiciones contemporáneas del movimiento como marco temático para examinar las complejas maneras de transición en todas sus formas: de un lugar a otro, de un estado a otro, de un recuerdo a otro y de un estado perceptivo a otro, todo como un concepto general. El tema ya estaba presente en Alemania y lo veíamos muy claramente. Ya no solo protagonizado por gente joven europea, sino por la población siria, situación que generó una división política muy fuerte en el país. La última edición del 2019 estuvo dedicada a la ecología. Comprendiendo que la migración también es gatillada por las crisis ecológicas y considerando aspectos complejos como que por ejemplo, Noruega vive del petróleo. Por un lado, con una mano cuidan su naturaleza, y por el otro, la están matando. Vanina Saracino investiga mucho sobre las ecologías que se han perdido y las que están por desaparecer, por eso la invité, para que lleváramos a artistas a Noruega que quisieran problematizar y conversar críticamente sobre la relación entre naturaleza, industria y la consciencia de la gente en los espacios públicos. Trabajamos en los fiordos, en la ciudad y en el puerto.
VM: ¿Cómo ha sido la recepción del público frente a estos nuevos lenguajes artísticos basados en tecnologías y además dispuestos en su entorno?
DA: Ha sido muy interesante. Todavía hay mucha gente a la que le cuesta entrar a un museo o una galería. El arte en sitios públicos permite llegar a otro tipo de audiencia. A veces les gusta, a veces no. Pero la gente joven, que vive con el celular, valora mucho la posibilidad de “tener el arte en su bolsillo”. Esto les ha permitido percibir la ciudad de una nueva manera. Con esto intentamos enriquecer un poco más la memoria y percepción de la ciudad. Hemos ocupado espacios como el terminal de ferris, donde la gente toma embarcaciones para trasladarse a sus islas. Por ejemplo, en uno de esos transbordadores teníamos la obra de realidad virtual The Bone (El Hueso) de Michelle-Marie Letelier, donde la gente esperaba su ferri y de pronto se encontraba preguntándose qué era eso.
VM: Ahí es entonces muy interesante pensar en el valor del lugar donde circulen los proyectos artísticos. Pareciera que estamos tan saturados de imágenes, desde Internet, la televisión a las publicidades en las calles, pero entonces aparecen estas otras imágenes que no solo nos impactan por su contenido, sino que también nos obligan a replantearnos los modos de ver.
DA: Sí, se produce como una especie de disrupción. Ha sido muy interesante ver cómo reaccionan las personas. Cuando nos preguntan ¿qué es esto? es porque se deben quedar pensando. Y eso es lo que me gusta, dejar por lo menos una inquietud y motivar una reflexión.
VM: ¿Qué valor ves en las imágenes artísticas que tienen una función activista? Considerando que nuestras pantallas ya están colapsadas de desastres ecológicos: fotografías y videos de animales marinos con sus vientres llenos de plásticos, inundaciones, esas imágenes “intolerables” como las llamaba Rancière. Pareciera que la sobreexposición terminara anestesiándonos y generando un efecto apaciguador. O sea, con todas las imágenes, con toda la información que tenemos del desastre ecológico, tendríamos que estar en las calles paralizando las industrias, y sin embargo, no sucede.
DA: Ahí es cuando la poesía tiene un poder, ¿no? El de ofrecer una manera única de mirar. La mayoría de nuestras obras son políticas, pero no son literales. Muy pocas veces hemos hecho algo más directo. Transmiten más bien un estado anímico con un énfasis estético particular que genera desconcierto en un primer momento, pero que invita a la vez a acercarse un poco más, ver la otra obra, consultar el texto y asistir a la charla. Así, de a poco ¡ya he pescado a mucha gente!
VM: Ahí radica, probablemente, la importancia del lenguaje artístico experimental. Recuerdo una entrevista donde Raúl Ruiz decía que somos adictos a la clásica estructura audiovisual de inicio-clímax-desenlace. Quizás por eso, al menos para mí, los trabajos artísticos que utilizan la imagen en movimiento de modo no convencional son, como decías tú, interrupciones a esa narrativa, y más en el espacio público donde la audiencia no esperaría encontrarse con algo así. Entonces es ahí donde ocurren cosas que pasan por el desconcierto, la inquietud, por cuestiones que quizás no son racionales, pero que terminan trabajando y habitando en nuestro inconsciente.
DA: Eso es lo que la audiencia valora en este acercamiento. Cuando se preguntan por qué una pantalla está en el centro de la ciudad . No lo entienden mucho, pero ven que es algo distinto, y es ahí entonces cuando yo digo ¡no tienen que entender nada!
VM: Eso es muy bonito, el valor de la perplejidad. Cuando algo te deja absorto o perplejo se abre una fisura, un respiro.
DA: Es que la sociedad siempre espera que las personas tengan que entender, actuar lógicamente o concretizar. Entonces el arte es algo distinto y paralelo. Cuando la gente logra asomarse al arte, viene un point of no return y yo creo que eso es lo ideal para una curadora o artista. Llevar a la audiencia a ese punto de no retorno.
Daniela Arriado es curadora y productora chileno-noruega. Tiene un máster en Estudios Curatoriales de la Facultad de Bellas Artes, Música y Diseño de la Universidad de Bergen (UiB). Es fundadora de la plataforma Art Republic, con sede en Oslo y Berlín, y desde el 2013 es la directora artística de Screen City Biennial, dedicada a la imagen en movimiento expandida en el espacio público. Su investigación curatorial encuentra motivación en la exploración de actuales temáticas sociales, políticas y ecológicas. Sus proyectos suelen explorar la relación entre imagen, sonido y arquitectura, buscando ampliar las fronteras de la experiencia cinematográfica. Sus investigaciones y trabajos anteriores se han dedicado a la estética de medios de comunicación, el movimiento de las pantallas urbanas y la curaduría en línea. También trabaja como productora y asesora para artistas, organizaciones, galerías, ferias y coleccionistas, centrándose en la imagen contemporánea en movimiento. Arriado es miembra de IKT – Asociación Internacional de Curadores de Arte Contemporáneo, y de la Asociación Noruega de Curadores.
Sitio web y redes sociales
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Valentina Montero es Doctora en Estudios Avanzados en Producciones Artísticas por la Universidad de Barcelona. Trabaja como curadora, docente y periodista especializada en los cruces entre arte, ciencia y tecnología. Actualmente es profesora del Magíster de Artes Mediales de la Universidad de Chile y del Magíster en Investigación y creación de la imagen de la Universidad Finis Terrae. Además, es directora de PAM / Plataforma Arte y Medios e investigadora postdoctoral Anid / Fondecyt.
Sitio web y redes sociales
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Esta publicación se enmarca dentro de la iniciativa realizada en conjunto por CNAC y el Área de Fotografía del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile dentro del contexto del Mes de la Fotografía, la cual consiste en compartir entrevistas, textos y reflexiones en torno a fotógrafas, fotógrafos y agentes relevantes de la fotografía nacional e internacional.