viernes 12 de octubre de 2018

Asociación de fotógrafos independientes (AFI) 1981-1992

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Gonzalo Leiva[1]

La Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI) se crea oficialmente, según consta en su personalidad jurídica, el 19 de junio de 1981 con la firma de 29 socios y sus estatutos indican el rol como Asociación Gremial. La primera sede de reunión fue la casa de Leonora Vicuña que era originalmente la ‘casa templo’ de los positivistas chilenos.

Entre los fundadores figuraban: Inés Paulino, Leonora Vicuña, José Moreno, Paz Errázuriz, Rodrigo Casanova, Luís Navarro, Jaime Villaseca, Juan Domingo Marinello entre otros. La AFI, presidida por Jorge Ianiszewski, consolida la mirada testimonial que nos posibilita redescubrir el escenario político, social y afectivo chileno entre comienzos de los ochenta y los umbrales de los noventa.

De hecho, aquel gesto fundacional jurídico tuvo cuatro influjos directos en lo referente a sus legados visuales. El primero fue la configuración de un lineamiento editorial con la publicación el año 1981 del Primer Anuario Fotográfico Chileno. A este se sumó una producción editorial de tres anuarios fotográficos y un boletín oficial de la AFI: “Punto de Vista”. Asimismo, se editaron 10 revistas/ boletines a lo largo de los 11 años de la asociación. Cabe notar que la revista por sí misma –y por la notoria ausencia de revistas especializadas– se constituyó como un referente en el área de la fotografía debido a los temas que trataba, los cuales eran afines con los intereses y preocupaciones de los creadores de la época, nutriendo además el pensamiento teórico propiamente autoral y aportando una lectura crítica del contexto político-social[2].

El segundo influjo refiere a la importancia de su propuesta curatorial que se concretiza con una exposición en la Galería Época en 1981 y que definirá las muestras posteriores. Sus exposiciones individuales y colectivas, así como los catálogos que las acompañaban, configuraron una verdadera trama interpretativa y dinámica de la escena visual chilena. Tuvieron mucha repercusión en el medio fotográfico y artístico y organizaron una red de espacios que incluía consagradas galerías como Galerías Bucci, Edwards, Chileno-Norteamericano y Mapocho. Asimismo, les correspondió organizar dos exposiciones colectivas internacionales, una en Paris y otra en Cuba, las que consolidaron al grupo AFI en el resto del mundo.

El tercer influjo guarda relación con la convivencia de discursos visuales heterogéneos que impulsaron el desarrollo fotográfico autoral desde Santiago a todo el país, ya que por entonces las principales revistas y periódicos de oposición a la dictadura de los años ochenta contaban con imágenes sacadas por fotógrafos AFI. Esto se debe al estallido de las “protestas nacionales” del años 1983, las que redefinieron la misión y función de los integrantes de la AFI, pues algunos percibieron que sus expresiones de corte más estéticos estaban siendo consumidas por la contingencia de los medios informativos. Pero, sin duda, lo más destacado es la incorporación constante a la Asociación Gremial de muchos jóvenes fotógrafos que venían del campo del fotoreporterismo. Por lo mismo, podemos reseñar como parte de este tercer legado o “unidad de significación” (Leiva, 2010), el desarrollo de la escuela del fotoreporterismo presente en las principales revistas, periódicos y boletines de la época. El último influjo es el nuevo valor y consideración de lo fotográfico dentro del circuito de difusión y consumo de las artes visuales y mediales en nuestro país que vieron a la fotografía aliada y parte integrante de un campo artístico ampliado.

La influencia y orientación documental de la fotografía chilena ha tenido en las últimas décadas el sello de la Asociación de Fotógrafos Independientes y su marca más singular radica en la diversidad de imágenes producidas por los fotógrafos y fotógrafas de la AFI que podríamos llamar “la estética del desacato”. Esto porque por sobre el control del poder, los desacatos de la imaginación son una magna intervención y desplazamiento desde los contenidos oficiales y estadísticos hacia las indagaciones estéticas, psicológicas, sociales y evidentemente políticas. En efecto, este emblemático colectivo construye en momentos de gran tensión social un imaginario fotográfico percibido como señal inequívoca de resistencia cultural contra el disciplinamiento del poder militar.

El gobierno de Pinochet creyó en la verdad irrefutable que las imágenes comunicaban y transmitían. Bajo represión generalizada, se llevó una campaña de censura y confiscación de imágenes fotográficas, en un acto de abuso de fuerza tan cuestionable como absurdo. La sospecha sobre la imagen fotográfica se amplía tras la constitución de la AFI, pues la fotografía por su naturaleza mecánico-objetiva se presentaba a ojos de la autoridad militar más verosímil que el arte y en este sentido un eje reactivo de memoria e historia. Un ejemplo claro fue cuando en el año 1984 los socios de AFI sufrieron las consecuencias de la implantación del Estado de sitio, en el cual se censuraron y prohibieron tanto las imágenes como la circulación y edición de revistas disidentes. Sin embargo, el golpe más duro ocurre en 1986, cuando las acciones del poder represivo (Oyarzún, 117) remecen al grupo al ser el joven fotógrafo Rodrigo Rojas Denegri quemado y muerto por los militares.

La apropiación histórica de la memoria reafirma su importancia en la configuración de los imaginarios, pues los grupos sociales pueden ser reconocidos por la representación de su pasado. El sistema represivo de la dictadura se hace menos masivo y más selectivo a medida que el mercado ejerce su dominio en la cultura y se percibe una mayor liberalización frente a las manifestaciones disidentes a comienzos de los años ochenta. Es en estos espacios, apoyados por la iniciativa privada, que se va gestando una dislocación del gesto oficialista por parte de una convergencia de creadores que reformulan imágenes desde nuevas propuestas visuales, trasformando su trabajo en un verdadero corte a la censura y el castigo.  Desde esta perspectiva, la historia y la memoria fotográficas construidas por la AFI nos servirá como sustento teórico que, aplicado a los sentidos de la fotografía en nuestro país, nos permite comprenderla como “artefacto representacional” (Deotte, 2014), por lo mismo conformador de una tradición y gesta visual agenciadora.

La AFI narraba para el mundo, fuera de Chile, tanto los hechos reales que sucedieron en el periodo de la suspensión de la democracia, como la sobrevivencia de la fotografía como algo vivo y valiente: una práctica cívica capaz de reclamar al poder desde una imaginación civil (Azoulay, 5). Así se le reconoce un estatus político y ético a la fotografía por el poder convocatorio de las imágenes que AFI grabó en la conciencia nacional. Dichos corpus visuales son parte del imaginario de una época oscura pero, traspasando la coyuntura dictatorial, se transforman en relatos visuales que aun interpelan al público de hoy. En efecto, las fotografías claman no solo desde “el recuerdo afectivo” o del “universo del pasado patrimonial” pues se constituyen prioritariamente en afirmaciones de ciudadanía: en una agencia política o bien de resistencia cultural frente al olvido, la negación, la invisibilización.

La tesis principal es que la AFI no es sólo el colectivo que convivió entre 1981 y 1992[3], sino que es también conformado por huellas permeables de autores que ayudaron a conformar valiosos archivos del pasado que siguen vigentes en el presente (Agamben, 150). La Asociación de Fotógrafos Independientes desarrolló su labor de aglutinación, maduración y expansión del campo fotográfico chileno con una tónica convocatoria que permeó en diversos grados a más de 200 fotógrafos como lo expresan sus actas. No cabe duda de que la AFI fue un directo y significativo catalizador de la escena estética y de la contingencia virulenta de los años ochenta.

La fractura histórica es recuperada por AFI como un tema transversal. Asume un verdadero protagonismo la tarea de renovar su legado a través del tiempo para lograr traspasar la vivencia histórica en una secuencia de imágenes memorables. En esta perspectiva, concuerdan la visión de los socios de la AFI: se sentían partícipes de la construcción de una promisoria historia de la fotografía chilena que enlaza el pasado con el país futuro.

 

Bibliografía

  • Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. El Archivo y el testigo. Valencia: Pre-Textos, 2002, Impreso.
  • Azoulay, Ariella. Civil Imagination: A Political Ontology of Photography. New York: Verso Books, 2011, Impreso.
  • Deotte, Jean-Louis. La época de los aparatos. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2014, Impreso.
  • Leiva, Gonzalo. Multitudes en sombras AFI. Santiago: Editorial Ocho libros, 2010, Impreso.
  • Oyarzun, Pablo. El rabo del ojo. Santiago: Universidad ARCIS, 2003, Impreso.

 

Lista de imágenes

  1. Álvaro Hoppe, La Moneda 1983, Santiago de Chile.
  2. Juan Domingo Marinello, 11 de Septiembre de 1973, Santiago.
  3. Luis Navarro, Segunda Misa Lonquén, 1979, Santiago.
  4. Leonora Vicuña, Bar El cabildo, 1979, Santiago.

 

[1] Gonzalo Leiva Quijada (1961) es Académico Instituto de Estética, PUC. Estudió Filosofía, U. de Chile, Pedagogía en Historia y Geografía, UMCE. Luego Licenciatura en Estética, PUC. Master Europeo y Doctorat en Histoire et Civilisation. EHESS, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París. Además Diploma Curatoría y Archivos: Ministerio de la Cultura/ Archivo Nacional, Francia. Ha realizado 25 cursos de perfeccionamiento en distintas Universidades en Chile y del exterior sobre imagen, historia y Patrimonio cultural. También ha participado en más de 35 seminarios y Congresos sobre historia, imagen de Chile y América Latina. Sus investigaciones Fondecyt y Fondart están expresadas en 16 libros de autoría y 4 libros en coautoría, siendo además autor de 35 artículos en revistas de corriente principal y de difusión general.

[2] Otras producciones visuales y escriturales partieron de iniciativas de fotógrafos y fotógrafas AFI como libros fotocopiados, indiciales fotolibros, ediciones de postales, revistas, afiches, etc.

[3] En 1990 hay un cambio de directiva que permanecerá hasta el final de la AFI, en ella participa como presidente Luís Navarro, uno de los hitos es la publicación del libro fundamental “Chile From Within” apoyado por Susan Meiselas.

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