jueves 5 de agosto de 2021
Fotografía del Vapor Collico con la que Raúl Torres Ulloa ganó el primer lugar en
el Salón de Fotografía de Valdivia de 1981. Cortesía de familia Torres
Por Daniel Navarrete
Marzo de 2021 fue para el olvido en Valdivia. Fue un mes en el que la comunidad creativa sufrió la pérdida de dos profesionales fundamentales en la historia de la fotografía local. Con un día de diferencia murieron Raúl Torres Ulloa y Carlos Fischer Becerra. Eran académicos de la Universidad Austral de Chile, responsables de formar a diversas generaciones de nuevos profesionales. Ambos tenían una extensa trayectoria como productores de obra desde sus particulares formas de ver la ciudad. Compartieron la pasión por la magia de inmortalizar momentos en un trozo de papel y se encargaron de dejar una huella imborrable en un territorio marcado por la impronta de un paisaje que hoy los extraña.
Lo cotidiano en el plano de lo extraordinario
Cuando Raúl Torres Ulloa decidió que la fotografía sería el leitmotiv de su vida, seguro pensó que su labor debería responder a la necesidad de visibilizar todo aquello que de tanto estar ahí, deja de ser maravilloso. Eso le abrió un campo casi infinito de posibilidades de registro en una ciudad digna de ser inmortalizada.
En la historia de Raúl, la fotografía entró como herencia. Muy posiblemente sintió el interés por la disciplina gracias a su padre José María. Con ese primer influjo vino la inquietud por saber cómo a través de un proceso químico se podía generar una imagen. De tanta prueba y error fue entonces que se formó como autodidacta y se convenció de que lo suyo sería estudiar artes en la Universidad de Chile.
Entrar al mundo de la creatividad fue transformador. ¿Pero por qué había que privar al resto de aquella experiencia?
Junto con mejorar sus habilidades técnicas, en la experiencia académica encontró otra vía para abrazar una idea que ahora se volvería una misión: promover la fotografía. Por eso no extraña que gestionara la carrera técnica en el Instituto Vicente Pérez Rosales, y que fuera iniciador del Sindicato Profesional de Fotógrafos en 1970 y presidente del Foto Cine Club de Valdivia una década más tarde. El impulso a la fotografía lo hizo desde la ciudad del Calle-Calle, donde además ejerció como académico en la Escuela de Periodismo en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile. Por más de dos décadas fue el responsable de la cátedra de Fotografía Periodística y Diseño Gráfico.
Liderar procesos institucionales y contribuir a la formación de nuevos profesionales fueron ocupaciones que hasta cierto punto dejaron en segundo plano la producción personal de obra. O quizás es lo que se puede concluir del perfil siempre reservado que lo caracterizó. No fue precisamente un expositor recurrente, pero compensó aquello con hitos significativos para la comunidad local en lo que respecta a la puesta en valor del patrimonio.
En 1981 ganó el primer lugar en el Salón de Fotografía de Valdivia gracias a una imagen del Vapor Collico que luce melancólico mientras surca las aguas del sur. En la búsqueda de su propio lenguaje fue capaz de poner el blanco y negro a su entera disposición para crear retratos infantiles y de la infraestructura más significativa de su entorno más próximo. Sin duda trató siempre de hacer que lo cotidiano se volviera extraordinario a los ojos de cualquiera.
En su trabajo se observa cierta influencia del minimalismo japonés. Está la preponderancia absoluta del paisaje y la generosidad por encontrar nuevos custodios de todos los conocimientos que logró asimilar. Precisamente son sus hijos quienes asumieron esa labor.
Rodrigo y José Raúl recuerdan que de niños solían jugar en el laboratorio de revelado que había en la casa. Casi de manera natural terminaron maravillados con aquello de congelar los momentos en un trozo de papel y decidieron desentrañar la forma de hacerlo con herramientas que tal vez fueron más modernas que las usadas por su padre en sus inicios.
Entonces el trabajo docente también comenzó a ocurrir al interior del núcleo familiar. Cada fotografía tomada por los hijos era examinada por el maestro, quien sugería cambios y ayudaba a construir un relato en relación a ella.
La búsqueda de situaciones, lugares y personas fotografiables nunca se detuvo. En la lista está el trompetista Isidro Arias, un activo colaborador del gobierno de Salvador Allende que en más de una ocasión organizó giras con la Orquesta Filarmónica de Valdivia. En plena dictadura militar, la simpatía por Allende le costó la vida. La causa de muerte en el informe oficial de la época indicó suicidio tras cortarse las venas de ambos brazos.
Lo cierto es que una fotografía de Isidro tomada por Raúl ayudó a una investigación que finalmente concluyó todo lo contrario. La tesis de la autoeliminación rápidamente quedó en el olvido al observarse en la imagen que el músico presionaba los émbolos de la trompeta con la mano derecha, lo que hacía casi imposible que pudiera realizarse heridas mortales en ese mismo brazo, con su mano izquierda.
El registro original es de la década de 1950. Corresponde a un concierto realizado en el Hotel Pedro de Valdivia en una fiesta mechona de la Universidad Austral de Chile y fue rescatado para la indagatoria judicial realizada en el retorno a la democracia. El archivo del fotógrafo y su pericia para encontrar la imagen fueron fundamentales en la resolución de la causa. Gracias al hecho es que además pasó a la posteridad como un personaje que desde hace bastante tiempo ya venía haciéndose cargo de conservar la historia de la ciudad que habitó y a sus protagonistas.
Raúl fue guitarrista de la banda The Black Diamond. Trabajó durante varios años en su estudio y en la Academia TecnoFoto en Valdivia. También es padre de Ana María y el marido de Edith Barriga.
Tras jubilase como académico de la UACh retomó la pintura, pero nunca mostró aquellas obras en público. Como fotógrafo engrandeció a Valdivia a través de una cámara, tal como lo hizo su hermano, el célebre poeta Jorge Torres con las palabras y los boleros.
El custodio de las artes en Valdivia
Alguna vez Carlos Fischer me confesó que llegó a Valdivia por amor. Fue en una conversación apurada, como todas aquellas que solíamos tener en un contexto laboral cuando coincidíamos en alguna función de danza en el Teatro Municipal Lord Cochrane. Él acudía siempre para hacer registros de los elencos de la Escuela de Danza Valdivia. Yo lo hacía para cubrir el evento para las páginas del Diario Austral Región de Los Ríos.
Ocupados cada cual en lo suyo, nunca nos dimos el tiempo para conocer nuestras historias personales. Hasta que un día le pregunté qué lo motivó a terminar viviendo y trabajando en la ciudad que desde el 2007 es capital de la Región de Los Ríos.
La contundente respuesta la guardé como un tesoro y me ha servido para entender las razones detrás de todo lo que hizo para engrandecer Valdivia. Si llegó por amor, entonces nada de lo que pudiese venir posteriormente sería algo sin sentido. Y así fue.
Carlos se formó en la Escuela FotoArte de Chile y se desempeñó como académico de la Escuela de Artes Visuales y de la Facultad de Arquitectura y Artes de la Universidad Austral de Chile. Era un seguidor absoluto de las colosales cámaras Zenit EM y del jazz que solía coleccionar en formato de discos de vinilo.
En paralelo ejerció como fotógrafo de las actividades de la Corporación Cultural Municipal de Valdivia, por lo que se volvió el retratista exclusivo de las actividades de la Escuela de Danza Valdivia que dirige la maestra Ximena Schaaf.
Debido a sus ocupaciones tuvo el privilegio de fortalecer su carrera desde dos áreas igualmente importantes: formó nuevos talentos en las aulas universitarias, y creó un registro fotográfico histórico de la danza en Valdivia desde la década de 1970. El ballet y lo contemporáneo pasaron por su lente como manifestaciones cada vez más habituales de una escena sobrante de talento a la que además contribuyó haciendo talleres formativos a partir de 1982.
Fueron años en los que además compartió vitrina con otros imprescindibles de la fotografía en Valdivia y de la Macrozona Sur, como por ejemplo, Mariana Matthews y Francisco Jooris.
El temprano vínculo con las artes lo empujó a colaborar con otras actividades fundamentales en la historia de la ciudad. Hizo la fotografía principal del afiche de las dos primeras versiones del Festival Internacional de Cine de Valdivia (cuando se llamaba Valdivia Cine Video y era organizado por el Cine Club de la Universidad Austral de Chile), y fue parte fundamental en el diseño de la imagen oficial del Campamento Musical Marqués de Mancera junto a su esposa Gabriela Guzmán, una talentosa artista del grabado.
También son de su responsabilidad las imágenes de la sala inferior al borde del río del Museo de Arte Contemporáneo MAC, que tomó en los meses previos al inicio de las obras de restauración y ampliación que actualmente siguen en marcha.
Atendiendo a estas vinculaciones es que se puede entender que generó obra inspirado en la ciudad, sus edificios y sus artistas. Parte de aquello se pudo ver hace dos años en una muestra retrospectiva del Festival de Danza Contemporánea Junto al Río.
Con la perspectiva del tiempo queda claro que el amor que lo trajo a Valdivia quedó plasmado en su trabajo y en el ánimo por promover el conocimiento. Por eso creó el Festival Internacional de Fotografía de Valdivia junto a destacados compañeros de la misma profesión: Carolina Candia, Anna Da Sacco y Claudio Albarrán. La primera edición del evento fue en el 2019 y consideró charlas, talleres y exposiciones en diversas casonas de Valdivia con la idea de movilizar a la audiencia en busca del trabajo de los autores. El festival tiene una segunda versión pendiente para este año 2021 con recursos del Fondart Nacional.
Como si fuera poco tener al arte y la creatividad como inspiración para sus registros, la naturaleza también se debe considerar como un factor preponderante en su catálogo. Carlos Fischer era Bachiller en Ciencias Biológicas y un perpetuador de las sensaciones que los humedales y la selva valdiviana son capaces de transmitir.
En “Necropsia del Río Cruces” (2013) dejó de manifiesto la forma en que el paisaje siempre impactó en su vida. Aquella serie nació de una investigación basada en la condición segmentaria de los ríos Cruces, Valdivia y Cau Cau, y la acumulación de sedimentos.
“La mezcla de ciencia y arte es, de alguna manera, parte de mi preocupación como producción artística. Obviamente, ambas son complementarias como generadoras de conocimiento”, diría en marzo del 2021 en una entrevista para el segmento “Aguas en transformación” de Sesiones Ch.ACO, y que es probablemente el último testimonio en cámara que dejó en el mismo mes de su sorpresivo fallecimiento.
Carlos Fischer tenía 62 años de edad. Era técnico, prolijo y detallista con las imágenes, y formó al menos a cuatro generaciones de nuevos fotógrafos en Valdivia.
Daniel Navarrete (Chile, 1981) es periodista e investigador, Magíster en Prensa Escrita. Se ha especializado en la comunicación de temas relacionados con artes, culturas y patrimonio. Es coautor de dos libros sobre el terremoto ocurrido en mayo de 1960, de la historia de la Orquesta CIFAN y del Campamento Musical Marqués de Mancera. Ha trabajado como profesor colaborador en ramos de periodismo cultural en la Escuela de Periodismo UACh, ha sido tallerista en la Escuela de Talentos Alta Uach, y fue periodista de la Orquesta Filarmónica de Los Ríos. Desde el año 2005 trabaja en el Diario Austral Región de Los Ríos y escribe artículos para la revista de literatura «Humedal», de Libros Verde Vivo. Actualmente integra la plataforma Sur Cultura de gestores y espacios culturales.
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Esta publicación se enmarca dentro de la iniciativa realizada en conjunto por CNAC y el Área de Fotografía del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile dentro del contexto del Mes de la Fotografía, la cual consiste en compartir entrevistas, textos y reflexiones en torno a fotógrafas, fotógrafos y agentes relevantes de la fotografía nacional e internacional.