martes 11 de septiembre de 2018

Bibliofilia. fanzines y libros objeto de la colección de Sandra Marín.

Una micro-curatoría de Isidora Sims

 

La expansión de las tecnologías digitales hacia la vida cotidiana ha impulsado a que varias actividades y sus objetos relacionados se desplacen desde su versión física hacia el mundo digital. En este panorama, el libro ha migrado a lo virtual (desde hace más de 40 años que se encuentra en esa transición) y, en consecuencia, se ha temido la desaparición de su versión original e impresa.

Sin embargo, la insistencia del libro físico, el surgimiento de editoriales independientes y la aparición de múltiples ferias de libros y fanzines en los últimos años, dicen lo contrario. Se puede hablar de una comunidad (no tan pequeña) que desea esos libros, y que experimenta la lectura como un inseparable del tocar, mirar, desplegar y hojear –acciones imposibles de reemplazar por la frialdad del libro electrónico–. Al mismo tiempo, existe otra comunidad (no muy lejana a la primera) que desea producir libros; encuadernar, plegar y componer. Este conjunto de intereses habla de un mundo –que lejos de extinguirse– está siendo cada vez más replicado.

Esta muestra trata sobre libros que, debido a la interacción entre sus contenidos, formas y soportes, se presentan como un objeto sensorial, involucrando el sentido del tacto, la visión e incluso el olfato. Al mismo tiempo, son un conjunto de documentos u obras que se desmarcan de la noción tradicional del libro y que ofrecen otros modos de lectura.

La identidad del libro no es única, sino múltiple. Se ubica entre una infinitud de clasificaciones posibles: libros de texto, literarios, informativos, manuales, electrónicos, ilustrados, libros sagrados, cómics, foto-libros, libros de mesa, entre muchos otros. En esta curatoría apuntamos a aquellos que son periféricos, que se distinguen por su forma, materialidad y soportes, y que se pueden considerar como un “otro” ante el libro común. Apuntamos a fanzines y libros-objeto, categorías –en ocasiones difusas– que han surgido ante diversas exploraciones de los formatos de edición.

Cada uno de los objetos expuestos son parte de la donación de 270 libros-objeto y fanzines realizada en el año 2018 por Sandra Marín, artista, diseñadora y directora de Estudio Repisa, a la colección del Centro de Documentación de Artes Visuales. La estructura de esta colección está compuesta por tres secciones: Global, que incluye fanzines de todos los rincones del mundo; Repisa en ediciones con artistas, colectivos y varios, que incluye todos los documentos que han recibido una mirada editorial desde Repisa; y, finalmente, colección Sandra Marín Ediciones que incluye la producción autoral de la artista.

 

Entrevista a Sandra Marín

Esta entrevista fue realizada en el contexto de la muestra “Bibliofilia: fanzines y libros objeto de la colección Sandra Marín”, curada por Isidora Sims, que se encuentra en el Hall de ingreso al Centro de Documentación de las Artes Visuales en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo. La conversación tomó lugar el 10 de agosto del 2018 en la torre de control del Centro y contó con la colaboración de Bastián Jara como asistente curatorial.

 

Isidora Sims: Quiero comenzar esta conversación con dos preguntas muy básicas: cómo surgió y en qué consiste Estudio Repisa.

Sandra Marín: Repisa nació cuando volví a Santiago, hace cinco años, luego de recidir por ocho años en Valparaíso donde estuve intentando crear un proyecto que me posibilitara acción, tanto hacer talleres como hacer libros, hacer arte e investigar. Y en el fondo eso fue a través de distintos nombres: en un momento fue Ogoshto, Mittendrine, el primer proyecto fue Hijas del Rigor. Cuando llegué a Santiago, en el lugar donde me fui a vivir, tenía todos los libros en unas pilas, y empezaron a avanzar por la habitación, por el living, por la cocina. En ese momento, me di cuenta de que había que hacer una repisa donde fuera más fácil encontrarlos y se cuidaran. Entonces estuve trabajando con un maestro e hicimos una repisa de cinco o seis metros, y fue tan impresionante cómo cambió el mundo cuando la armé, que decidí que el proyecto se debía llamar Repisa. Porque la repisa es donde uno selecciona las cosas, las puede mirar, analizar, y también las está presentando, y a su vez es un lugar donde se puede trabajar. Ahora quiero dar un paso adelante con este proyecto, y que no sólo sea un lugar donde hago workshop o talleres y trabajos de diseño editorial, quiero que sea una repisa de campo.

 

I.S.: Te quiero preguntar sobre tu relación con los fanzines. Que me contaras tu perspectiva del asunto, a qué lo relacionas, en qué momento de tu vida empiezas a hacer fanzines, etc.

SM.: La verdad empecé con este proyecto sin darme cuenta, esa fue como una necesidad. En el fondo, partí con este fanzine que es del 2011 que se llama “Qué erís raje’ tabla – y voh”, que después encontré que es un nombre súper rudo, y que es hasta adolescente, pero que fue lo que marcó un inicio y que después lo transformé en uno que se llama “Periplo”, le cambié el nombre y fui más allá. Pero desde que iba en el colegio que dibujaba siempre en el bordecito del cuaderno, después me di cuenta de que no me interesaba el contenido del cuaderno, sino que los guardaba sólo por los dibujos. Así que corté todos los dibujos y los guardé en unos sobres. Así que tengo las carpetas de la escuela, y las carpetas tienen todos los dibujos, que no tienen que ver con lo que estoy estudiando, sino con mi imaginario, lo que pienso y hago. En el fondo, este “fanzine”, para mí es mi memoria, por ejemplo, en este dice: “para que las cosas sucedan, deben ir sucediéndose, una tras de otra, tras de otra, la primera es un inicio” entonces, al lado le pongo un mono que dice “te apaño”.

 

I.S.: Eso sintetiza un poco tu experiencia (o inicios) con el fanzine.

S.M.: Claro, en el fondo lo que hacía era sacar lo que estaba pensando, lo que estaba dibujando, del ámbito meramente educativo, que tenía que ver con estudiar diseño, a lo que puede ser el arte, mi cabeza, la memoria, lo que estoy pensando. Es una investigación personal, una conversación conmigo misma, y lo que salía de ahí, lo iba recuperando y guardando. Cuando hice estas primeras ediciones me pareció que iba muy bien, y que había algo. Entonces compilé todos estos dibujos y escritos en un cuaderno. Tenía un cuaderno de escritura, poesía, sueños y, por otro lado, tenía todas las carpetas donde iba dibujando, haciendo collages. Esto me permitía armar un título y una historia. Así empezó, y los empecé a coser con la máquina de coser de mi abuela. Era fantástico, entonces podía imprimir en la casa, armaba la historia y luego los cosía a mano, y podía conversar con mis amigos, los podía llevar a la escuela, regalárselo a alguien, y ese alguien podría regalarme el suyo. Así empecé a hablar por internet con personas que querían venir a verme donde tenía mi trabajo; ellos traían el suyo, y nos compartíamos y cambiábamos. Entonces podía imprimir otro, coserlo y lo tenía de nuevo, y así solucioné un gran problema que tenía con los originales, que es difícil entregarlos, pero todo se volvió muy colaborativo.

 

I.S.: Y en esto de entregar los fanzines y desprenderse de ellos, ¿cuál fue tu principal motivación para donar tu colección al CEDOC? ¿Por qué crees que es importante que exista una colección de fanzines en un lugar que alberga documentos sobre las artes visuales?

S.M.: Esto sucedió a partir de mi conexión con Ignacio Szmulewicz que fue la pieza fundamental para esto. Empecé a tener reuniones con él, y así supe qué estaba pasando en CEDOC, qué estaban haciendo. Así, me comentó que es muy importante que en este archivo haya actores vigentes nacionales. Pensé que era interesante y le conté que tenía un archivo de mis cosas, que lo tenía en mi casa, y le conté también qué estaba pasando con eso. Ahí me di cuenta de que tener las cosas en mi colección, se quedaba en eso, y lo que me ofrecía era que al donarlo iba a estar en contacto con toda una serie de otros libros, otros artistas y otras personas que estaban haciendo lo mismo o de alguna otra manera estaban haciendo arte editorial y que iba a posibilitar una investigación más grande. Encontré que era lo más valioso que le podía suceder a la obra, que no sólo la viera la autora y su comunidad cercana, sino que la empezaran a ver otros, algunos que vinieran de contextos impensados. Al compartirla iba a empezar a crecer y a tener una visión que no tenía, que es lo que pasa con el trabajo colaborativo o en equipo. Uno hace algo, después lo compartes con otra persona que tiene un punto de vista que enriquece el tuyo. Al introducir esta colección al CEDOC se conecta con muchos otros puntos.

 

I.S.: En los últimos años se han realizado varias actividades en torno al fanzine que han colaborado a la expansión de esta práctica. Desde tu experiencia o lugar como “fanzinera”, ¿cuáles son los hitos más importantes que han influido al panorama del fanzine en Chile?

S.M.: Dentro de lo que me ha tocado vivir, uno de los momentos más épicos fue cuando Lorena Lourdes Salgado organizó la Feria de Micro Editoriales que es un nombre que le dio la Natalia Matzner y que utilizó para hacer una reunión de personajes que estaban trabajando en torno al fanzine. Fue la primera vez que nos juntó a todos los que estábamos haciendo esto en Chile, y nunca nos habíamos visto, y le fue muy bien a la feria. Así nos dimos cuenta de que había algo que podía suceder, y nos conectamos entre nosotros. Encuentro que fue un momento muy importante. Esto fue hace como cuatro o cinco años, y yo llevo como ocho años haciendo esto, y recién ahí me di cuenta de que había mucha gente haciéndolo.

 

I.S.: Imagino que esa actividad dio pie a que posteriormente se hicieran más actividades como Impresionante.

S.M.: Ahí se valida que esto es algo que se puede llamar “arte” y se hace esta feria en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile de una escala mucho más amplia, se imprime un catálogo es una instancia muy buena. Ya va el tercer año de impresionante, y se organiza todo un mundo: desde charlas, presentaciones artistas, todo con una estética particular. También creo relevante mencionar el trabajo de Natalia Matzner con la Fanzinoteca Espigadoras que es una colección de más de 800 fanzines y ediciones, y lleva una recolección de mucho tiempo y muy consciente de lo que está haciendo. Luego, hizo una especie de “móvil” que llevó a Puerto Natales con fanzines para que la gente hiciera, y encuentro que ella también marcó un hito en Chile respecto a los fanzines y al arte colaborativo.

 

I.S.: Algo que destaca en la Colección Global es que no solamente es “global” porque va más allá de tu persona, que son de otros colectivos, otras comunidades, sino que son de otras partes del mundo también, como Taiwán, por ejemplo. Entonces, eso se transforma en una temática o característica de tu trabajo: el tema del viaje, la mezcla de perspectivas del mundo, paisaje, interculturalidad, etc. Me gustaría saber cómo defines tus fanzines, cuál es su “sello”, qué es lo que más te interesa transmitir.

S.M.: Podría decirte que uno de los “sellos” de mis fanzines es la intuición. No tener categorías, no ponerse paredes sino escaleras. No categorizar ayuda a la creatividad y a expandirse. Creo que eso ha sido uno de mis sellos en todo esto. Pero también está el tema de viajar. Considero que viajar es parte de mis estudios post-universitarios y siempre lo hago con una intención. Por ejemplo, que voy a hacer un dibujo durante todo el viaje, o por ejemplo, cuando estuve en Japón, quise aprender de la encuadernación sin costura, y así aprendí lo que era el tema del plisado, ensamblaje y siempre recolecto los dibujos. A su vez, hay en mi trabajo algo que tiene que ver con la multiculturalidad, de estar afuera, de las antípodas.